San Fermín-Coca Cola 2010: "la chispa de la fiesta"

Llegué a Iruña el 6 de julio con la hora justa, porque así como otros vuelven a casa por Navidad, los pamploneses regresamos a Pamplona por San Fermín. Aunque algunos también solían huir a los  satélites Sal-out 3 o al Zara Utz 8.  Me había perdido las fiestas de los dos últimos años por mi trabajo de inspector internacional en la III Guerra Mundial (que tampoco, como las dos primeras, había podido parar los Sanfermines) por lo que aterricé un poco despistado. Por eso no me extrañó del todo que, acostumbrado a los cascos azules, dos operarios vestidos con chalecos naranjas me hicieran parar con el coche en el cruce de Cuatrovientos, justo debajo de una enorme pancarta que decía: Bienvenidos-Welcome a Pamplona. Feliz “San Fermín-Coca Cola 2010”. Ni rastro de euskera, por supuesto.

-Hola, buenos días, me dijo uno de aquellos chicos. Son 1.000 dólares (los euros ya habían desaparecido  una vez demostrada su inutilidad y tras haber sido convertida la Unión Europea en el 53 estado de USA)

-Pero, ¡cómo que 1.000 dólares!, respondí sorprendido

-Sí, claro, es la entrada. Eso sí, con ella tiene derecho a dos consumiciones diarias  en la franquicia de tabernas “Bar Zina”, a ver los fuegos artificiales y a tirarse de la Fuente de Navarrería en una ocasión, me aclaró mientras a cambio del dinero me daba una pulsera fosforescente para que no me pararan en más controles.

 

No salía de mi asombro. Pero así estaban las cosas. Hablando con un amigo me enteré de que desde hacía dos años Coca-Cola era el esponsor oficial de los Sanfermines. Me adelantó muchas otras cosas más que iría descubriendo.

 

En efecto. Con el tiempo justo y unos pantalones blancos que pude adquirir en a muy bajo precio en la campaña “Sanfermines en el Corte Inglés” (Almacenes la Estafeta, Chile, Alonso y otros establecimientos habían quebrado) me acerqué con dos botellas de txampan  “Spunkmoso” que me regaló un tipo con un gorra por el camino hacia la Plaza del Ayuntamiento. Pero no pude ni entrar. Y no porque estuviera, como recordaba, atestada de gente. No, nuevamente personal de la organización me explicó que en la pulsera que llevaba no me daba derecho a acceder a este espacio que, según pude observar mirando por encima de una valla, estaba cubierto de centenares de sillas plegables alineadas mirando al balcón del Consistorio.  La imagen me recordó a los fuegos artificiales de la Semana Grande de Donostia. Eran las 11.45 horas y la mayoría todavía estaban vacías. Claro, los espectadores podían llegar hasta cinco minutos antes a su asiento rese

La euforia que recorría mi cuerpo al escuchar ese ruido y mirar al reloj de joven se había convertido en una sensación de estupor. No lo podía creer.    ¿En qué se habían convertido aquellas fiestas populares y generosas?

 

Decidí refugiarme en mi entrañable Navarrería. Allí casi ni los romanos habían podido entrar en su día y confiaba en aquel bastión vascón, libertario y alternativo. Pero el que no pudo entrar fui yo. Mis 1.000 dólares, mi pulsera y mi tarjeta sólo eran válidas para el sector 1 a (Paseo Sarasate y Carlos III, pues la Plaza del Castillo, como todo el mundo sabe, se  hundió en el 2005 nada más inaugurarse el parking. ¡Y la Navarrería era el sector 2-b!, me explicó una azafata que calmó mi ira cuando intenté saltarme un torno giratorio instalado en el cruce con la calle Curia.

Harto de todo esto tomé una decisión. Al primer pamplonica que pude encontrar (y es que las calles eran una amalgama de rubios, seres asiáticos con mirada oblicua, cuadrillas de Urano..., ya no había ni giputxis) le pregunté por la Txoznas. Lo reconocí como autóctono por su pañuelo rojo en el que, como todos los demás, llevaba pegada un anuncio publicitario. Éste tenía uno de “Banesto”, lo que me pareció muy casta por aquello de Induráin.

-¿Las txoznas?, Si claro, tendrás que ir al Sur.

-Ya -contesté-, al Plan Sur, al final se salieron con la suya.

-No hombre no, más abajo, a las Bardenas, en el 2006 decidieron que la Korrika, la barraca del Oinez y en general todo lo que pudiera contaminar la fiesta con rojerío y vasco se debía trasladar a un espacio reservado entre Arguedas y Pitillas.

 

¡Dios mío! Aquello ya era demasiado. Ni siquiera quise saber en qué consistía el recuperado acto del Riau-Riau, que estaba patrocinado por Microsoft, según leí en un programa virtual. Me fui a casa. Y me metí a la cama con la intención de olvidar aquella pesadilla y el deseo de que dos actos que habían aguantado el paso del tiempo inalterado como el encierro y la procesión me devolvieran a mi época. Pero la cosa empezó mal cuando a la mañana siguiente, mientras me ponía mi jersery rojo -sin publicidad, de los de antes- escuché por la tale una voz recia (me enteré que era la del locutor de la Cátedra de Encierros de la UPNA)  anunciar que hoy corrían el encierro los toros de la ganadería Willians-Cebada Gago que “como todo el mundo sabe -decía- suelen protagonizar en Pamplona unas carreras rápidas y limpias, lo que no se puede decir lo mismo de los Mac Laren-Guardiola”. ¡Diablos! Esto ya no. Esto no podía ser. Me temblar¡Qué locura! Casi una blasfemia. Esto no podía permitirlo el santo morenico. Aún tenía una esperanza en que acabara con semejante prostitución de las fiestas. Pero terminé tirando la toalla cuando me asomé al recorrido (mi tarjeta lo permitía) y vi cómo el “momentico” lo patrocinaba la casa “Sanyo” y el Obispo llevaba en la espalda una enorme pegatina de “Codorniú”. Creo que fue entonces cuando me desmayé. Amanecí en la coctelera de la “Cruz Roja-Cruz Campo” y por mucho que les explicaba que no había probado una gota de alcohol me metieron la B-12 (tras advertirme de que me restaba una consumición del bono) y me mandaron para casa. Y aquí acabaron mis Sanfermines. Pobre de mí.

 

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Este artículo, con un párrafo párrafo que suprimimos ahoro por ser muy largo de autocrítica hacia los peñeros y peñeras que incoscientemente se convierten en hombres-mujeres anuncio poniéndose sin pensar nada todos los gorros, ropa y demás utensilios patrocinados por marcas comerciales parar ir al escaparate mundial del tendido de sol, fue publicado por web.safermin.com en el último número de la revista de la Federación de Peñas "Guk". No tenía entonces otro objeto que provocar una reflexión en este colectivo sobre el riesgo de comercializar los Sanfermines o ser objetos de una práctica que cada vez se veía más cercana. Pero ni siquiera podíamos imaginar que llegara a tanto ni que fuéramos tan proféticos.  Que las empresas privadas hacía tiempo habían echado el ojo a este goloso soporte publicitario era obvio. Nosostros mismos hemos rechazado ofertas millonarias a cambio de convertir el tendido en un inmenso anuncio espumoso o muchas peñas

FERMÍN PAULARENA (coordinador de web.sanfermín, ex miembro de la Federacion de Peñas y socio de la Peña Irrintzi)